Asistimos en este tórrido mes de agosto a la caída de Afganistán. Yo me encuentro estupefacto ante la propia estupefacción de la prensa española e internacional. En concreto aquí, en España, nos venden la moto de que el hecho se ha producido de forma inesperada. Tanto es así, que estoy viendo especiales en TVE sobre la aparentemente sorprendente caída de Kabul, la capital de Afganistán, en manos de los talibanes. Pero todo ello no es fruto más que de la mediocridad de unos medios de comunicación, que solo saben manipular (cuando hay una noticia relevante como la de estos días, se ven sobrepasados precisamente por unos hechos que no han visto venir, bien porque no han querido, bien porque no han sabido verlos).
Los mismos hechos históricos son los que nos cantan las verdades del barquero. Entre el marasmo de la oscuridad oficialista que el Gobierno se empeña en mantener (el Gobierno como institución más allá de colores políticos) y la manipulación mediática de unos medios que camuflan propaganda como si fuera información veraz, la luz que ilumina la realidad de los acontecimientos se abre paso, como siempre, a través del análisis profundo y riguroso de los propios hechos.
En todos los medios generalistas españoles aparece la siguiente reflexión: ¿Cómo es posible que haya caído Afganistán? No se explican, no son capaces de hacerlo, cómo asistimos a lo que, por mucho que se quiera tapar, es la segunda caída de Saigón. Es decir, es el cierre del segundo Vietnam para Estados Unidos. Porque el hecho principal que se ha producido en Afganistán desde el mes de abril de 2021 es la retirada de los Estados Unidos y sus aliados de la OTAN de Afganistán.
He ahí la clave de lo que está ocurriendo ahora mismo. Una retirada anunciada a bombo y platillo por el equipo Biden como si de un logro electoral se tratase. Solo porque desde la campaña que ganó en 2008 Obama los candidatos a la presidencia de Estados Unidos incluían esa promesa electoral. Llamémosla por su nombre: promesa electoralista. Es evidente que la situación de Afganistán ni estaba bajo control, ni había un gobierno afgano pro-occidental consolidado, ni tenía instituciones democráticas avanzadas. Todo era una quimera imposible que en Estados Unidos y sus aliados OTAN se vendió, a través de la prensa, como un éxito monumental.
No viene a cuento remontarnos al siglo XIX y contemplar el sonoro fracaso que tuvo Gran Bretaña en Afganistán para extender su imperio. Quizás sea necesario recordar brevemente cómo la Unión Soviética se enfrascó en un conflicto de larga duración en Afganistán entre 1979 y 1985. La presencia soviética en Afganistán siguió los mismos patrones que luego cumplirían los aliados de la OTAN. Primero invadieron el territorio, luego crearon una república comunista con sus partidarios, y finalmente, establecieron toda una serie de bases militares que suponían un despliegue permanente que supuso un desgaste humano y económico tal que, con matices, contribuyó a la caída del propio sistema soviético en 1991.
Tras los atentados de las Torres Gemelas en Nueva York, y el Pentágono en Washington, el 11 de septiembre de 2001, el presidente de Estados Unidos George W. Bush sometió ante la OTAN la aplicación del artículo 5 de la alianza para que respondieran los aliados al unísono al ataque sufrido por uno de sus miembros. Ello supuso implicar a casi todo Occidente en una operación peligrosa, sin garantías de éxito, muy costosa y de desgaste. El régimen talibán (radicales islamistas) fue considerado entonces como uno de los baluartes del terrorismo mundial. Supuestamente, allí había campos de entrenamiento para los yihadistas. Y allí estaba refugiado el mayor de todos: el cabecilla del grupo terrorista Al-Qaeda, Usama Bin Laden, autor intelectual del atentado del 11-S.
La inteligencia de EEUU tenía información de que se ocultaba en las montañas de Tora Bora cercanas a Pakistán. Ese fue su primer fracaso, puesto que cuando llegaron ya no estaba allí. La guerra contra los talibanes no fue más que un espejismo. Consiguieron derrotar al Mulá Omar y descabalgar del poder a sus seguidores. Pero conviene destacar varios hechos: en primer lugar, el Mulá Omar era el jefe de la facción más potente de las tribus afganas que siguen la versión rigorista del Corán, no era el jefe de todas las facciones, como quedó demostrado más tarde, cuando ya se había pacificado aparentemente el país y sin embargo surgieron focos por doquier de resistencia talibana; en segundo lugar, hablar del poder en Afganistán es como hablar de la nada, el poder allí es algo que en realidad existe solo en la medida en que alguien es capaz de ejercerlo. No hay Estado y no existen instituciones tal y como nosotros las entendemos.
Esto nunca lo han entendido en EEUU, que cumpliendo con su tradición (desconocer totalmente la geografía y la antropología exterior a su territorio) intentaron implantar un sistema democrático calcado del que impulsaron en la Europa ocupada tras la Segunda Guerra Mundial. Así les fue: Afganistán estuvo aparentemente pacificado hasta 2006. Desde entonces, el contagio del conflicto iraquí, el surgimiento del yihadismo internacional radicalizado de carácter global con su marca ISIS y el fortalecimiento de las milicias talibanas han sido el día a día en aquel territorio. Ya desde 2008 se hablaba de que la coalición OTAN debería salir de allí. No se hizo porque la situación de Iraq se emponzoñó.
¿Qué ha ocurrido ahora?
1. EEUU no está dispuesto a mantener el gasto militar enorme del despliegue en Afganistán.
2. El problema principal para EEUU se encuentra en China, que continuamente lanza retos y desafíos militares.
3. Desde hacía varios meses, mínimo desde diciembre de 2020, el gobierno oficial y los talibanes estaban manteniendo reuniones para evitar una guerra civil, dado el enorme potencial militar que éstos últimos habían adquirido en los últimos años.
4. Los aliados de la OTAN querían abandonar Afganistán cuanto antes desde al menos 2016, cuando el ISIS comenzó a debilitarse en la zona y ya no era relevante la presencia internacional allí.
5. Vemos el desmoronamiento de un Estado fallido, que fue lo que crearon los EEUU en Afganistán, sostenido con títeres mantenidos con armas y mandos de EEUU. Es imposible intentar trasplantar una sociedad occidental en un país que ni por cultura, ni por Historia, ni por religión, ni por tradición lo es. Hablar de conceptos como Estado, Democracia, Derechos Humanos o Civiles, Constitución, etc., aplicados en Afganistán, es como escribir sobre el agua: imposible.
6. Conviene recordar que Afganistán fue una monarquía hasta que se produjo la revolución comunista azuzada por la URSS en 1979 (en realidad, intervino para evitar una nueva revolución islámica como la que se había producido en Irán, donde por cierto, no se atrevió a intervenir EEUU). En esa guerra que duró hasta 1985, los soviéticos combatieron contra los muyahidines, la mayor parte de los cuales eran talibanes. Conviene recordar que uno de los grupos principales era una organización internacional liderada por Bin Laden llamada Al-Qaeda, que recibió el apoyo de la CIA. Cuando acabó la influencia soviética, en 1986, se produjo una guerra civil que terminó ganando el Mulá Omar con sus talibanes. Sabemos que en 1996 era dueño absoluto del poder. Al menos, de la mayor parte del poder, puesto que estamos ante una sociedad tribal muy atomizada e islamizada. La retirada soviética causó aquello que evitaron antes: la revolución islamista.
7. Los talibanes se han convertido después de 20 años de invasión extrajera, en el baluarte de la independencia afgana y de su afirmación nacional. Por eso tienen el apoyo de la gran mayoría del país. Porque que nadie se lleve a engaño. Los talibanes han procedido a un auténtico paseo militar aprovechando la retirada exterior por varios motivos:
a. No había un ejército afgano como tal.
b. Han tenido el apoyo de la población desde el principio.
c. Han usado su conocimiento del terreno de forma decisiva.
d. La corrupción de las autoridades apoyadas por los invasores les han dado un pretexto fenomenal para convencer a sus compatriotas.
e. EEUU y sus aliados no tenían previsto un plan de evacuación del país, de ahí el caos absoluto que estamos presenciando.
No quiero terminar sin subrayar lo que es el enésimo fracaso de EEUU en una intervención exterior fallida, prolongada esta por espacio de 20 años, y con participación de su alianza emblema, la OTAN. El ridículo ha sido monumental y aún esperemos noticias porque puede ser catastrófico. Sin duda es, hasta ahora, el revés más grave de la administración Biden cuando ni siquiera lleva 8 meses de gobierno. El imperio de EEUU y su nuevo orden mundial de 1991 se tambalea.
Para quien quiera leer:
Mikel Ayestarán, “Oriente Medio, Oriente roto”.
Robert Fisk, “La gran guerra por la civilización”.
Philip Hensher “El imperio de las zarzas.”
Escrito por Víctor M. Ramírez.
**Las opiniones y puntos de vista son responsabilidad del autor.
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